miércoles, 19 de marzo de 2008

Terapia regresiva (VI)

En clase de la tarde, Cristina nos enseña varias técnicas para iniciar la relajación que nos conducirá al estado de conciencia alterada que activará memorias que están inscritas en nuestra memoria psíquica, aquella contenida no en el cuerpo mental sino en el astral.

De ahí que sólo recordemos normalmente en esta vida lo que hemos vivido en ella. A eso le llamo la memoria lineal porque va de un comienzo consciente al momento presente. La otra memoria, está incrustada y contenida en esos campos que llamamos el inconsciente y forma parte de quienes somos en realidad. Al menos es como yo lo entiendo.

Por la posición que ocupaba en la clase, en cuanto a la disposición de las sillas en forma de U, como ya os comenté, le fue más fácil pedirme que pasara al centro con ella para hacer una demostración y conocer el grado de susceptibilidad de cada persona.

Con lo que no contaba nadie, ella la primera, es que, tal vez debido a que yo ya estaba predispuesta y condicionada por su voz, entrara en regresión a la velocidad del rayo...

Al darse cuenta (luego explicaría que por deformación profesional no podía desperdiciar esa oportunidad de seguir adelante) continuó guiándome hacia alguna otra vida significativa en cuanto a lo que estábamos tratando.

....Otra vez era hombre, un hombre muy fuerte, de constitución grande y ancha. Llevaba pieles encima, de una forma muy rudimentaria. El entorno era inhóspito y helado, cualquier lugar de los polos o cerca. Me vi con un arpón en la mano, no sé si de hueso o hierro. Estaba excavando en la nieve, trataba de abrir paso hasta el agua y me disponía a cazar o mejor dicho pescar algún tipo de animal parecido a un elefante marino o alguno de ese tipo.

Vivía en una especie de igloo muy rudimentario y dentro había pieles que cubrían el suelo y en medio un fuego. Tenía mujer y un hijo, también había una anciana, madre de alguno de los dos, tal vez de ella.

Cristina me guiaba sabiamente hacia las cosas más definitivas e importantes y me preguntó como me sentía y la verdad, ahí sí sentí un profundo dolor, un vacío enorme. Me sentía como atrapado. Yo era quien proveía al poblado de la caza y por lo tanto de todo lo que se derivaba de ella, pieles, huesos, etc... Éramos muy pocos, y la necesidad de tener familia era imperativo para nuestra supervivencia.

Yo sentía que me había unido a la persona con la que había tenido un hijo por esas circunstancias de supervivencia. Pero algo dentro de mí añoraba, sabía, sentía, que la vida tenía que ser otra cosa.
Me siento tan infeliz que me veo en un momento como disociándome de mis sentimientos. Me convierto en una piedra a nivel emocional, ni frío ni calor. Sé que de mí depende en gran parte la supervivencia de los pocos integrantes de mi tribu y me entrego a ello sin más.

...Avancé hasta otra escena, el momento de mi fallecimiento. Estoy tendido encima de una piel, tango ganas de irme, nada me retiene.

Nada he dado (a nivel emocional) y nada me he permitido recibir. Pero eso lo comprendo algo después. Me elevo y veo mi cuerpo, mi familia y siento un enorme dolor.

Cristina me dirige al espacio entre vidas y ésta es la única que recuerdo. Me pregunta donde estoy y me veo como entre nieblas, alguien viene a mi encuentro, un hombre de aspecto intemporal, viene sonriendo y lo siento mi amigo. Me rodea el hombro con su brazo y me lleva hasta una especie de mesa y nos sentamos. Todo es como semi transparente, no veo con color ni con claridad. Este ser me transmite una gran paz y siento que vuelvo a sentir cosas que tenía olvidadas.

Me comenta que me cerré para no sufrir, pero que esa misma cerrazón impidió que entraran otros sentimientos y me perdí otra clase de emociones, no permití que me amaran o no permití que me conocieran para que pudieran hacerlo. Sólo era una máquina de cumplir con mi deber.....una vez más...

Cristina me devolvió a la clase y a la realidad. Muchos habían contactado con la experiencia. El resto de la clase se desarrolló con la explicación de diferentes técnicas y tras el descanso o antes ya no lo recuerdo, se iniciaron las prácticas de unos con otros.

Cristina vino a comentarnos, a la chica con la que me tocaba practicar y a mi, que no lo volviera a intentar esa tarde, que ya me llevaba ella y que sólo practicáramos con la relajación mía hacia ella. Lo agradecí profundamente. Esta vivencia última me dejó algo más tocada. Empezaba a entender algunas cosas, pero aún no me daba permiso para investigar, para profundizar, no era el momento sencillamente y yo lo percibía claramente.

La tarde terminó, nos fuimos a cenar y ese noche tuve una conversación telefónica con un amigo que esperaba ansioso conocer las experiencias que estaba teniendo.

Le conté como una autómata los hechos visualizados, pero sin profundidad, era imposible porque aún no me daba cuenta de nada, sólo que había "regresado".

Pero lo importante, la autentica dimensión de todo, aún ni la afloraba, tan sólo la entreveía. Sentí que se había quedado algo frío, esperaba, como todos los allí presentes y yo misma, otra cosa. Sin embargo, la autentica dimensión de lo que realmente estaba sucediendo se iría entendiendo poco a poco, a medida que las aguas removidas fueran calmándose y dejando paso a la claridad del sentido y el porqué de toda la experiencia.

El día terminó por fin y me dormí profundamente...

Mañana más...

Un abrazo sincero
Enri

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