miércoles, 22 de octubre de 2008

2ª Etapa del curso de Terapia Regresiva XI

Cuando los tiempos estén cercanos, no oigáis las voces que aquellos que claman al viento..."seguidme y yo os salvaré"....son los guías ciegos....tan sólo escuchad vuestro corazón, vuestros sueños y a aquellos a los que encontréis en ellos.....

Continuando con nuestra crónica "del futuro anterior"..como una forma verbal en hipérbole que nos hace sentir un tiempo no separado, existente y preexistente...



"""Hace doce mil años, en las ferias de los pueblos de Sartáx se habían fabricado artilugios para meterse bajo el agua, incluso pequeños globos de una especie de cuarzo traslúcido que mediante calor ascendía a gran altura. A nadie se le podría ocurrir de ninguna manera que aquellos juegos de feriantes podían ser tripulados como barcos y aviones. En aquel entonces existía un piedra que al ser regada por un líquido específico emitía calor a mucha temperatura. Si el calor era almacenado en una especie de turbina y liberado con inteligencia estábamos ante un rudimentario motor de vapor. Nadie mejor que Thotek para fabricar ambos artefactos.

Se cerró el panel de la nave donde había visto a su entrañable Ramatep y de nuevo encaró el rostro de Link que a su vez le dijo:

Enseña cuanto sabes a este pueblo. Nosotros enviaremos de todas las tierras seres a los que tendrás que instruir en el mismo conocimiento. Nosotros te dictaremos, te haremos ver con nuestros ojos. La tarea es grande y el tiempo corto. Cuando sea el momento te recogeremos y dejarás la tierra. Serás venerado como un Dios. Pero recuerda que el conocimiento no fluye sino con humildad y quietud.

¿Estaba soñando?, ¿Qué había pasado? De nuevo se vio ante la luz de las lunas en plena montaña, solo y con un sentimiento de absoluta perplejidad. Enfiló la pendiente como un loco para llegar cuanto antes al templo de Ramatep. Si lo que había vivido era real, su amigo le confirmaría cuanto él había visto.

Una tenue luz salía de la estancia de Ramatep. Su escuálida figura estaba en la puerta. Estaba pacientemente esperando a su amigo. Thotek llegó resoplando como un demente, pero el sacerdote extendió su mano como haciendo un gesto de quietud y le dijo:

Hermano querido, prepara las herramientas puesto que debemos partir.

Se abrazaron con fuerza. No había sido una alucinación. Desde aquel día y en los diez escasos meses que faltaban para el día fatídico Thotek trabajaba de noche en silencio con ambos proyectos. Ramatep era un maestro de la meditación y del espíritu, pero un tremendo chapucero para el trabajo con la materia. Así pues ambos hombres, con el terrible peso de conocer su destino tuvieron que hacer un ejercicio terrible de desapego con sus seres queridos sin poder decir nada. Si hubieran hablado nadie les hubiera creído, al igual que simultáneamente nadie creía a Noé en otras tierras cuando construía su arca salvadora.

Ahora en este tiempo, todavía veo panfletos y supuestos contactos con extraterrestres, que hablan de elegidos y de rescates ante supuestas catástrofes. ¡Que barbaridad! Quien pude resistir el ser sacado dejando a sus hijos o a sus semejantes sucumbir ante la catástrofe. Nadie pude entender el terrible sentimiento de culpabilidad que vivía en Thotek y Ramatep. Hubieran preferido mil veces morir, antes que dejar a sus seres queridos, dejar sus lazos con su pueblo, contemplar pasivos el aniquilamiento de sus convecinos. Solo un egoísta es capaz de pensar en ser un elegido.

Anthix era clarividente y conocía perfectamente lo que iba a pasar. Miraba con una tremenda pena a sus dos maestros. Ahora comprendía por que intuitivamente no se habían casado, porqué no tenían hijos. Una noche al salir del centro médico siguió sigilosamente a su maestro. Penetró con suavidad en el sótano de la casa. Esperó en la oscuridad hasta que Thotek encendiera la luz y se mostrarán los dos vehículos casi terminados. El maestro se quedó de piedra. Anthix se acercó con lágrimas en los ojos y se abrazó con fuerza. Thotek la miró con una ternura infinita. Iba a pronunciar unas palabras, pero Anthix le puso la mano en los labios recostando la cabeza en su fornido pecho.

Mi querido Maestro. Se el castigo que te han dado los Dioses. Bien sabes tú que nuestros lazos no pueden desaparecer con la muerte. He venido a darte ánimos, a que no decaigas en la tarea. Nuestro futuro está en tus manos.

Thotek lloraba con fuerza no tanto por tener que alejarse de su entrañable hermana espiritual, sino por la aristocracia espiritual que irradiaba el alma de aquella mujer.

Se fueron soltando suavemente. Se verían unos pocos días después, pero aquella era la despedida del alma. Se separaron los pechos, se soltaron suavemente las manos, se entornaron los ojos. Luego Anthix dijo algo misterioso, que solo una clarividente podía decir:

Dentro de mucho tiempo yo seré el barco donde tú viajarás feliz. Las olas serán mansas. Mi aliento te dará vida, mi sangre será tu sangre.

¿A que se refería Anthix?...

Tres semanas antes de la fecha fatídica Thotek ayudado por Ramatep se dirigió con su pequeño submarino a una cala obscura del puerto de Sartáx. Se abrazaron con fuerza diciendo:

Hasta pronto hermano mío.

Las negras aguas del Atlántico se tragaron a Thotek. Tres semanas más tarde arribaba a las costas del continente que hoy llamamos África, en los acantilados de la nación que hoy llamamos Mauritania. Su submarino se adentró en una gruta marina, donde permaneció todavía dos meses. Cuando las aguas del Atlántico volvieron a su nivel. Cuando dejo de llover, salió de la gruta, hundió su submarino y enfiló la ruta del desierto camino de Egipto. Allí fue adorado como el dios Thot, llamado por otros Hermes-Thot o Hermes Trimegisto. El tres veces grande, pues enseñó a los egipcios el arte de la escritura, de la Medicina, de la Astronomía de la Arquitectura y de la Alquimia. A la edad de noventa y tres años desapareció misteriosamente en un “carro de fuego”. En la siguiente reencarnación fue Pitágoras. Y de nuevo fue rescatado por los Dioses en otro “carro de fuego” pues nunca encontraron su cuerpo después del incendio de su Academia.

Tres días antes de la fecha fatídica Ramatep se acercó a la casa de Anthix y de Akonti. Era la despedida. Se abrazó a todos ellos diciendo:

Mi navío es pequeño, pero puedo llevar a uno conmigo.

Akonti le replico con ternura:

Si te llevas a uno de nosotros te llevas mi corazón, mi pierna o mis ojos, pues somos un solo cuerpo latiendo al unísono. ¡Ve en paz¡

Ramatep viajó más rápido que Thotek a las elevadas cumbres de los Pirineos. Allí estuvo esperando cuarenta días, hasta que dejara de llover. Se había posado en un pico alto donde anidaba una tremenda águila real, que le había acogido como un polluelo más. Luego con su navío aéreo viajó hasta los Himalayas.

En la India instruyó al pueblo en la meditación, en el arte de sanar, en Astrología y Astronomía. Fue llamado por los lugareños “Rama”.

Continuará...

un abrazo siempre cálido a todos

Enri

2 comentarios:

Cristina Scharle dijo...

Espectacular Enri!!! me dejaste con esa sensacion de quiero seguir leyendo mas ahora mismo!!! jajajaja muchos besos, me encanto!!!

Cris.

Enriqueta Caballero dijo...

jajajjajaja..gracias Cris, me encanta que te encante..sé muy bien como recibes lo que lees;-) por ello más me alegro...así que ya tienes la siguiente parte ahí....un beso enorme preciosa..